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domingo, 1 de agosto de 2010

DESTINO

-¿Me escuchas? ¿Puedes hablar?-
La médica de guardia interrogaba a Rosa mientras era trasladada en una ambulancia al hospital.
-¿Hace mucho que estás así? ¿Hiciste algo?-
Rosa apenas salía del sopor por breves instantes. La hemorragia llevaba cinco días, mientras yacía tirada en un catre de su rancho. Sus cinco hijos nada pudieron hacer para socorrerla. Hugo le preparaba una infusión de jume y Ester, de cuatro años, le daba mate cocido al bebé en una sucia mamadera.
-Me tienes que contar para que te ayude- insistía la doctora.
Rosa era un animalito asustado. Su mente divagaba:-el Señor de Mailín me va a salvar. ¿Quién se va a ocupar de mis chicos? La policía. El juez. La cárcel. La Antonia, que me hizo el favor con la aguja de tejer.-
La ambulancia continuaba atravesando los polvorientos caminos aun lejos de su destino.
-¿Estabas embarazada y lo perdiste? ¡Avísame! -
Rosa abrió los ojos. Vio al Señor de los Milagros de Mailín que le tendía sus brazos, la cara de sus cinco hijos sin padre, la miseria, el destino de paria que le tocó en suerte por ser mujer y pobre y musitó: -No doctora. No estaba embarazada. Jamás aborté-.

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