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domingo, 4 de abril de 2010

SUBLIMACIÓN

Los pies eran su obsesión.
¿Cuantas personas han advertido su magnífica forma, la perfección del engarce de los dedos al empeine, el maravilloso arco de su planta?
Su función de base, el olvidado apoyo de la estructura corporal, raíz si se quiere, potente adherencia a la superficie, son los conceptos que calaron su raciocinio de tal manera que se le incrustaron cual grieta inamovible.
Lavarlos meticulosamente cada amanecer, con jabón olor a lavanda, pasar el cepillo sobre las recortadas uñas, pulir su superficie para evitar las indeseables durezas y callos. Humectarlos despaciosamente, hasta que la piel se torne elástica y lozana.
Que espléndido rito! Ejercido con fruición y entusiasmo. No añoraba nada más.
Su soledad y sus pies únicamente.
El resto nada más que agobio, pánico, confusión, hastío y vergüenza.
¿Por que ese amor idólatra?
¿Acaso porque ellos están siempre abajo?

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