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domingo, 4 de abril de 2010

DESIGNIO DE SAPOS

Noche cerrada en la ruta. Pacífica, límpida por la copiosa lluvia del día anterior.
Ambas manos pegadas al volante del vehículo, más bien prolongación de brazos y sentidos.
La rueda delantera derecha se elevó levemente, lo suficiente para sobrepasar un pequeño montículo. Quince segundos después, otra vez una leve protuberancia superada por la rueda delantera izquierda.
Imposible imaginar lo que, sucesiva y a lo largo de varios metros, aplastaban las ruedas del automóvil. Traspasar las protuberancias sonaba a impacto explosivo: cuero reventado y huesos quebrados al unísono.
A través del parabrisas, una imagen digna del mejor cine de misterio: centenares de sapos suicidas arrojándose sin prisa, sin pausa a la carretera.
Autos, camiones, ómnibus, devienen en ejecutores del inexorable y macabro instinto. Respondiendo al designio secreto, solo audible a los sapos escogidos, centenares de escuerzos invaden la ruta de oeste a este, en un intento vano de llegar a la otra orilla.
¿Escapan a su designio de sapos a la vera del camino, imaginando mutar a Príncipes Encantados del otro lado? ¿Se inmolan como sacrificio al dios de los escuerzos que exige su carne triturada, sus cueros reventados?
Kilómetros y cientos de sapos desintegrados tejen un enigma.

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