El friso quiere ser misterio. El friso dispara. Ni siquiera roza mi cabello.
El friso grita imágenes sordas de monje, dragón y fantasmas. Permanezco ciega, muda.
Percibo su desasosiego. No me conmueve.
Su mirada está a cuarenta centímetros de mis ojos. Implora su ingreso al templo de las musas. Cual vengativa deidad, oprimo escape y se hunde en el infierno de la incertidumbre. Sabe que el día veintiuno fenece el plazo para conquistarme.
BEATRIZ VALDEZ (Catamarca)
Hace 5 años
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