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domingo, 4 de abril de 2010

EL ACECHO

La fiesta estaba en su apogeo. La danza transformaba los cuerpos en sensualidad pura, excusa perfecta para movimientos de cintura, caderas, pelvis.
Martín tenía sus ojos hundidos en ella. Bien formada, curvas para el infarto y una sensualidad poco común.
El cuerpo de Inés seguía el reggaeton de Daddy Yankee.
Isabel, Mariana y Carolina se movían a su lado, formando parte del espectáculo mejor montado.
El iba a decirle que estaba loco por ella, que cuando hablaban sólo miraba sus labios, la forma en que los movía, sus ojos de pestañas tupidas. Que verla todas las mañanas en el Juzgado del Crimen era el momento más esperado de su día. Se imaginó la pronta feria judicial de enero. Los dos trabajarían en el receso: Juez y Secretaria.
¡Hola Su Señoría!- dijo Inés-. ¿Leyó el Sobreseimiento?
-¡Está muy bien, Doctora! Trabaja en mi Juzgado la secretaria y la mujer perfecta.
-¡Que suerte! ¡Una resolución menos! dijo Inés mientras se alejaba.
¿Qué le pasa? ¿Te tira onda? -preguntó Carolina.
Riéndose, Inés contestó: huyo cada vez que se acerca. ¡Estos hombres tienen un poquito de poder y se creen dioses!

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